A los que creemos en
la necesaria subordinación del ámbito militar al civil, no suele gustarnos la
noción de “cadena de mando”. Porque en cualquier Parlamento (p.e. nuestra
Asamblea) las decisiones se toman de forma consensuada. Todos pueden exponer
sus argumentos. Pero ojo, al final, la
decisión adoptada por consenso es acatada por todo el mundo. En todos los
países democráticos, en todo Estado de Derecho.
Las ventajas de la
“cadena de mando”, sin embargo, se hacen evidentes en una emergencia. Si un
buen señor se desmaya en medio de la calle, de inmediato será rodeado por un
centenar de buenas gentes, todos bien intencionadas que, a grito pelado,
interrumpiéndose, exigirán que se le afloje el nudo de la corbata, que no lo
toquen para nada, que lo pongan en “decúbito supino”, que se le haga
respiración boca a boca, que no lo muevan, que llamen al 811, que se comuniquen
con Rescarven, que recen a la Virgen… Y las posibilidades de supervivencia de
este buen señor serán directamente proporcionales a la rapidez con la que
“alguien” tome las riendas y empiece a tomar decisiones.
Y se hacen aún más
obvias en tiempos de guerra. La mayor de las “emergencias”, diría yo.
En Venezuela, en
estos momentos, estamos viviendo una guerra. O por lo menos, una emergencia. Y,
por decisión mayoritaria y democrática, hemos puesto al frente de nuestras
fuerzas a la actual Asamblea Nacional y a los partidos coaligados en la MUD.
La decisión sobre
participar o no en las elecciones regionales es compleja. Y apostaría que los
capitostes y gerifaltes de Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción
Democrática, COPEI y un largo etcétera comprenderán que participar “puede ser
interpretado” de tal y cual forma. Y que no hacerlo, por el contrario, puede implicar tales y
cuales consecuencias. Y estoy seguro que lo han discutido.
Y ya sé que no
siempre las decisiones de “nuestros dirigentes” son acertadas, todos estamos
conscientes de ello. No somos particularmente dotados para la sindéresis.
Pero no tiene
sentido que, en el fragor de la batalla, medio ejército “decida” que las
decisiones de los generales son erróneas y que “sería mejor” no seguirlas. Y
que no se moverán hasta que al buen señor no le aflojen la corbata.
O se le haya rezado
a la Virgen.
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